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Jardín de Infantes N°942 "CarlosDellaPenna" La Matanza

domingo, 26 de abril de 2020

COMPARTIMOS UNA LEYENDA FILIPINA



LIWAY WAY LA LUNA Y LAS ESTRELLAS

Dice una vieja leyenda que hace muchos, muchos años, las cosas eran muy distintas de cómo son ahora.
En el cielo, no había luna y tampoco estrellas. El cielo estaba muy cerca de la tierra. Demasiado cerca. Tanto, que cuando había nubes, pasaban tan, pero tan bajas, que se enganchaban en las ramas de los árboles.
Todo esto causaba muchos problemas. Los hombres tenían que caminar siempre agachados para no golpearse la cabeza contra las nubes y contra el cielo. Y terminaban el día cansadísimos, con dolor de espalda y de mal humor.
En cambio, los que estaban contentos eran los chicos. Ellos no llegaban con la cabeza al cielo. Podían caminar, correr y saltar sin ningún problema. Además, se divertían muchísimo los días nublados, porque con sólo estirarse un poquito podían arrancar pedacitos de nube, hacer pelotitas con ellas y jugar a la “guerra de nubes”.
Cuando llegaba la noche, todo se ponía muy oscuro, porque no había luna ni estrellas. Grandes y chicos miraban con tristeza al cielo, que parecía envolverlo todo como un enorme manto gris.
Cuenta también la leyenda que en un país muy lejano vivía una bella princesa. Sus padres habían querido elegirle un nombre tan bello como ella, por eso la llamaron Liwayway, que en su idioma significaba “amanecer”.
Una tarde, Liwayway salió a los jardines de su palacio para sentarse a bordar, tal como lo hacía todos los días. Con sus manos hábiles y delicadas formaba preciosos dibujos con hilos de todos los colores. Mientras movía diestramente la aguja sobre la tela, cantaba con una voz tan hermosa que hasta los pájaros parecían alegrarse al oírla y cantaban ellos también con más alegría.
Liwayway se había puesto sus joyas: una peineta en forma de media luna, aros y un collar de brillantes. El sol resplandecía en ellas iluminando el rostro de la princesa, que se veía más bella que nunca.       
Pero al poco rato, Liwayway empezó a sentirse incómoda. Pese a que estaba sentada, tenía que inclinarse para no chocar la cabeza contra el cielo y comenzó a dolerle la espalda. Pensó que tal vez las joyas le estaban pesando demasiado y decidió quitárselas. Para no abandonar su bordado, extendió el brazo y las colgó en el cielo. A pesar de habérselas quitado, seguía incómoda y, de vez en cuando se daba un golpe contra el cielo. Había dejado de cantar y empezaba a sentirse enojada. Entonces, decidió llamar a su hermano. - ¡Malakás! -exclamó- ¡Ven a ayudarme! El príncipe Malakás llevaba este nombre -que en su idioma significaba “fuerte”- porque era el hombre que más fuerza poseía en todo el reino. Estaba muy orgulloso por esto y pasaba todo el día golpeándose el pecho y mostrando sus potentes brazos. - ¿Qué necesitas, hermana? -preguntó Malakás. La princesa le respondió: -Eres el más fuerte de todo el reino. ¿Por qué no usas tu fuerza para algo útil, en lugar de pasearte todo el día golpeándote el pecho como un gorila y mostrando los brazos como una estatua?
Malakás se sintió un poco avergonzado. Su hermana tenía razón. Pero no entendía bien qué era lo que él podía hacer. - ¿Qué crees que debo hacer? -Levantar el cielo -respondió Liwayway, con firmeza-. No es posible que todos vivamos de esta manera, siempre agachados, siempre con dolores de espalda y de mal humor.
Malakás se quedó pensativo. Todo esto era cierto. Él era el más fuerte del reino, pero... ¿tendría la fuerza suficiente como para elevar el cielo? Tocó sus brazos y luego acarició el cielo con sus manos. Parecía demasiado difícil, pero valía la pena intentarlo.
Tomó aire y mucho impulso. A la carrera se lanzó contra el cielo y consiguió darle un empujón tan grande que el cielo empezó a elevarse por los aires.
Durante días y días continuó elevándose, ante la mirada asombrada de todo el mundo que, lentamente empezaba a sentir una deliciosa sensación diferente: ¡podían estar de pie! ¡podían caminar, correr y saltar sin chocarse contra el cielo!
La decisión de Malakás había sido tan rápida que la princesa Liwayway se había olvidado de recoger sus joyas. Enganchadas en el cielo, se habían elevado por los aires junto con él. Y entonces, algo maravilloso sucedió: alto, muy alto, quedó brillando su peineta en forma de media luna mientras que los brillantes de sus aros y de su collar se desparramaron alegremente a su alrededor.
Desde entonces a la peineta la llamaron luna y a los brillantes, estrellas. Y así quedaron para siempre, iluminando la oscuridad de las noches, que nunca más fueron tristes.

2.- Conversamos sobre la leyenda y cómo se ve el cielo de día y de noche.
3.Ofrecerles dibujar y jugar al doctor, armar un consultorio
ESPERO QUE LA DISFRUTEN!!! Seno Paola

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